Según el diccionario de la RAE una certificación es un documento en el que se da por verdadera una cosa.

Por tanto, una certificación alimentaria, a su vez, lo que nos asegura es la certeza de un atributo que tiene ese alimento, generalmente relacionado con la seguridad e inocuidad para su consumo, como es el caso de las certificaciones de productos sin alérgenos, o bien relacionado con su proceso productivo, como el caso de los productos ecológicos o veganos.

Existen varios sistemas que certifican la calidad de un producto según su proceso de producción siga unas estrictas reglas, como las normas ISO o las normas IFS. Además, cuando se trata de comer con seguridad porque determinados ingredientes contienen alérgenos que pueden ser muy perjudiciales para nuestra salud e, incluso, comprometer nuestra vida, comer con garantías de seguridad se convierte en prioritario y ahí surgen los sellos certificadores y organizaciones de validación de estos productos de la industria alimentaria sin alérgenos.

 Tal vez el más extendido y conocido no sólo en España sino en todo el mundo sea la espiga barrada, que nos certificará que ese producto no contiene gluten. Tal vez sea tan popular porque el campo de los productos sin gluten sea, en el mundo “sin alérgenos”, el que más y mejor regulado está.

Pero ahí va ganando terreno también Adilac en el ámbito de la intolerancia a la lactosa.

Qué duda cabe que para las empresas certificar sus productos supone un esfuerzo considerable para adaptar cada proceso escrupulosamente a las normas y pasar asiduos controles que le hagan merecedora de sostener en el tiempo dichos sellos de certificación. En este sentido, para la pequeña empresa encontramos soluciones que aúnan la validación de nuestro trabajo sin alérgenos con el dinamismo y sencillez de procesos que nuestro tamaño requiere. Así encontramos desde Sevilla, donde se encuentra Brandao: